Los medios de comunicación están bombardeándonos desde hace meses con eso de “la crisis”. Todo el mundo, todas las cadenas de televisión, los periódicos, la radio… hablan de ello a todas horas sin dejar de intentar que creamos que “todos vamos en el mismo barco”, que lo que ha provocado esta situación es una mala gestión económica puntual, que no debemos perder confianza en nuestros líderes, políticos, empresarios y sindicalistas profesionales, ni mucho menos cuestionar el sistema que sustenta sus privilegios.
Lo cierto es que “la crisis” es algo palpable, incluso a la ahora de hacer la compra. Lo que alcanzamos a ver y sufrir los trabajadores es lo siguiente: En un contexto de tensión global a nivel financiero, social y ecológico, un sector productivo grandísimo en el estado español como la construcción, que se nutría del espejismo de un crecimiento ilimitado imposible, está sufriendo una caída estrepitosa como es natural. Eso se lleva por delante gran parte de la actividad económica de otros sectores surgidos de unas perspectivas de “desarrollo” que en este momento más visiblemente que nunca se muestran tal como son: insostenibles. Hay que tener en cuenta también la labor especulativa de constructoras, inmobiliarias y bancos, además del soporte que los gobiernos han dado para que todo esto ocurra.
Esa es la perspectiva en la que nos toca subsistir por lo que parece, y la conclusión a la que mucha gente llega es algo así como “esto pasará, ya llegarán las vacas gordas”. La realidad es que miles y miles de personas se están quedando sin su medio de subsistencia (su empleo) en el que muchos ya se han dejado la vida en “accidentes laborales”, los precios no paran de subir, imposible es hoy adquirir una vivienda, y solo por nombrar algunos detalles. Lo verdaderamente cierto es que estamos en el principio de un proceso natural del propio sistema que hará sangrar a los trabajadores por muy largo tiempo. Debemos ser conscientes que nuestra capacidad económica no hace más que descender, a la par que perdemos derechos ganados con mucho esfuerzo en el pasado (como la propuesta del Parlamento Europeo de establecer la jornada laboral de 65 horas, las reformas laborales…)
¿Y porqué llegan las crisis si todo “parecía” ir tan bien? ¿Por qué a los gobernantes les ha dado miedo hablar crisis? ¿Y a quién le toca pagar verdaderamente todo esto? ¿Será a los políticos que tantos trastos se tiran a la cabeza unos a otros por la denominada “crisis”? ¿Será a los banqueros, especuladores y empresarios que llevan enriqueciéndose décadas a costa del endeudamiento de por vida de millones de personas? ¿O será sobre nosotros, los trabajadores, que sólo disponemos de nuestra fuerza de trabajo para poder comer?
Pues tristemente, será esto último, como ha ocurrido siempre. Y no es por ser tópicos: las crisis son un factor estructural del sistema económico imperante: el capitalismo. Cada cierto tiempo se dan, debido a los inevitables desmanes que produce esta forma de organizar las cosas. Éste es un sistema desigual por naturaleza en el cual la dirección política y económica de la sociedad, es decir, las decisiones que afectan a la totalidad de la población, quedan en manos de élites, las cuales tienen la capacidad de organizarnos la vida en función a sus intereses. El capitalismo junto con el estado, crean una dinámica por sí solos que no sirve para que el conjunto de la sociedad pueda tomar las riendas de su existencia ni decidir verdaderamente. Aquí, como en el resto del mundo, nos mandan y nosotros obedecemos. Y así funciona esto. Para ello ya se encargan los medios de comunicación y el sistema educativo de prepararnos desde niños para asumir como natural el cómo funciona la sociedad actual. Pues de natural no tiene nada: el capitalismo es un modo de producción concreto y de explotación más, como ha habido otros a lo largo de la historia, y no existirá para siempre. Claro nos lo deja la situación tan frágil que de repente se nos ha venido encima.
Pero ahora pensemos en nosotros, en los de abajo, en los que producimos a beneficio de otros, los que no somos dueños del producto de nuestro trabajo ni tenemos capacidad de decidir nada, que somos una absoluta mayoría. Lo primero es que las condiciones de trabajo son más flexibles que nunca para los empresarios: etts, horas extras a tutiplén, accidentes laborales, ritmos extenuantes, y la larga lista de abusos de siempre que nos toca padecer. Y lo segundo, que en los últimos 30 años hemos terminado de perder (o más bien nos han querido hacer olvidar) la conciencia de que somos una clase social, que se nos explota, que unos pocos viven a nuestra costa y que nuestro futuro no está en nuestras manos. Nosotros, no decidimos, por muchos papeles que metamos en urnas cada cuatro años. Pues esto es un gran problema.
Desde la CNT de Guadalajara exigimos la reducción de la jornada laboral a 30 horas sin merma salarial (mediante la distribución de los impresionantes beneficios empresariales surgidos a nuestra costa), y el reparto del trabajo existente para los parados que están quedando aparcados en las colas del antiguo INEM. La crisis no puede recaer en quien no la ha provocado: los trabajadores. Si nuestra existencia pasa obligadamente por ser espectadores de un circo de marionetas controlado por unos pocos, no tendríamos que ser nosotros quienes nos comemos el marrón. Aunque esto, inevitablemente, ocurrirá. Es más, ya está ocurriendo.
Además somos conscientes de que pensar en salvar la situación sin preguntarse verdaderamente qué es lo que provoca periódicamente, cada X años, estas crisis que tan baratas les salen a unos pocos y tan caras a la mayoría de nosotros, no sirve de nada. Debemos empezar a pensar que las cosas no pueden seguir así, nuestra vida no puede estar regida por las decisiones que toman otras personas por encima de nosotros, ya sea en nuestro nombre o en nuestro supuesto beneficio. Eso deja fuera de juego al capitalismo y al estado como formas de organización, que solo sirven para que minorías privilegiadas se beneficien a costa de la mayoría y tengan una capacidad de control inmensa sobre el resto.
Debemos empezar a tomar conciencia de que nuestro mundo es nuestro, que hay que decidir, y que la política, la economía, la administración de las cosas, puede y debe hacerse directamente por las personas a quienes afecta mediante la autoorganización. Primero para luchar por nosotros mismos, como clase social, contra lo que hoy nos convierte en mercancía vendible y explotable; y segundo para que en un futuro podamos vivir en comunidades cuyos individuos tomen decisiones en común y de manera directa: única manera de que la riqueza se reparta de manera igualitaria y se tomen decisiones justas para todos. Por eso desde la CNT planteamos la necesidad de la abolición de la propiedad privada, el capitalismo y el estado, tratando de conseguir la autogestión colectiva de los medios de producción y de la sociedad entera por los constructores de la misma: la clase trabajadora. Si las cosas van mal no debemos esperar que llegue un mesías, líder sindical, político, o gobierno “bueno y responsable” que nos solucione la papeleta. La causante de nuestras desgracias y de este callejón sin salida es la estructura social que permite que haya clases, que unos obedezcan, y otros manden.
Por todo lo anterior, consideramos que la organización de los trabajadores contra los que abusan de nosotros es hoy más necesaria que nunca. En CNT funcionamos en base a cómo queremos que las cosas sean: mediante el federalismo (coordinándonos de igual a igual con compañeros de todo el mundo), la acción directa (sin intermediarios parásitos ni liberados), la autogestión (sin subvenciones ni trapicheos con el poder), la horizontalidad (sin que nadie esté por encima de nadie), el apoyo mutuo y la solidaridad entre trabajadores. Es hora de responder.
TODO EL ALIENTO DEL MUNDO PARA LOS TRABAJADORES EN CONFLICTO EN GUADALAJARA: AVICU, BASF, IBEROFÓN, NESTLÉ, HUPRECESA…
CONTRA EL PARO, EL CAPITALISMO Y SUS INEVITABLES CRISIS: ¡ORGANÍZATE, RESPONDE!
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