Muchas gracias a toda la gente que participó en le Festival por la libertad de expresión el pasado miércoles 14 de septiembre.
Aquí dejamos el comunicado que leímos en la Josa.
FESTIVAL POR LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Hoy mismo nos hemos enterado de la resolución del recurso. La Audiencia Nacional ha decidido archivar definitivamente la causa de enaltecimiento del terrorismo. La de incitación al odio lo pasan a un juzgado ordinario ya que la Audiencia Nacional no tiene competencia sobre este tema.
Este festival de títeres se llama “Por la libertad de expresión”. Los gobiernos afirman defender la libertad de expresión en casi todas las constituciones del mundo, pero en realidad no es así. Por todo el planeta hay gente que va a la cárcel (o sufre algo peor) simplemente por hablar. Muchos opinan que es algo que ocurre en otros sitios, que aquí no podría pasar. En el estado español hay innumerables hechos que ejemplifican el peligro que corre el derecho a declarar públicamente lo que uno piensa: el caso del rapero Pablo Hasel o el del cantante de Def Con Dos.
Parece que ahora cualquier crítica, burla o expresión de una opinión política o moralmente controvertida podrá criminalizarse. Pero ¿cualquier burla? Cualquier burla no. Parece que algunos sacan rédito político de esto. Las personas acusadas por este tipo de delitos son quienes se burlan, por ejemplo, de víctimas del terrorismo, pero nunca las que se mofan de las víctimas del franquismo o de los inmigrantes.
Lo que nos preocupa hoy es que cada vez somos menos tolerantes. Prueba de ello es que el Derecho Penal se ha convertido en un recurso habitual para resolver disputas que jamás deberían judicializarse. El debate ya ni si quiera oscila en reivindicar uno u otro mensaje como correcto, sino en la defensa misma de la libertad de decir lo que uno piensa sin sufrir persecución por ello.
El Derecho Penal no busca reparar una ofensa o resolver un debate social. Sus efectos solo pueden dirigir a la sociedad hacia la autocensura y el miedo, cimientos de un modelo de convivencia cada vez más autoritario.
Todo lo dicho hasta aquí bastaría para demostrar el deterioro que sufre el derecho de libertad de expresión, pero lo que les ocurrió a la compañía “Títeres desde abajo” va un paso más allá. No se criminalizó a una persona por hacer pública una opinión. Se atacó a una obra de teatro, a unos personajes de ficción que continuaban la tradición literaria de los títeres de cachiporra, tradición muy extendida en España porque requieren pocos medios y menos personal y cuya obra más famosa es El Retablillo de don Cristóbal de Federico García Lorca.
Los títeres de cachiporra tienen ideología de nacimiento y son violentos por definición: son la proyección popular de la libertad contra la opresión.
Desde este festival pedimos que se archiven definitivamente las causas contra los “Títeres desde abajo”. Así que, ¡Qué resuene la cachiporra!
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